A un año de las elecciones



Por Mariano Rovatti

A un año de las elecciones generales, la aceleración y multiplicidad de novedades políticas hacen impredecible el futuro, aunque podemos apreciar e interpretar las señales que nos exhibe el presente.

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El gobierno de Mauricio Macri vive su momento de mayor debilidad. La falta de logros en materia económica ha perjudicado a su propia base electoral. Conforme puede verificarse en las encuestas, ha perdido el respaldo casi unánime de la clase media, como tuvo en 2015, sin el que no hubiera sido posible su victoria. Hoy la franja central de la pirámide social vé degradado su poder adquisitivo hasta los niveles de subsistencia.

Como hemos señalado a principios de 2017, Macri había elegido el camino del gradualismo con una política económica indefinida. En otro envío Entre Frondizi y Alsogaray, habíamos analizado el perfil ideológico del entonces flamante presidente, cuyo discurso tenia un pie en el liberalismo y otro en el desarrollismo.

El despido de Alfonso Prat Gay en noviembre de 2016, significó la opción de Macri por el monetarismo liberal, aunque sin dejar de lado el gradualismo. La victoria en la elecciones intermedias del año siguiente envalentonó al presidente, quien desde allí se lanzó a ir por todo. Inmediatamente se sancionó la ley de reforma previsional, que le metió la mano en el bolsillo a cinco millones de jubilados.

La impotencia gubernamental frente al proceso inflacionario derivó en una crisis cambiaria desatada en mayo y aún no resuelta, alimentada además por la fuga constante de divisas, detenida recién en la última semana

En ese contexto, la Argentina volvió a recurrir al Fondo Monetario Internacional, que adelantó quince mil millones de dólares, de los cuales más de seis mil millones ya se han evaporado en la desesperación del Banco Central por contener al dólar.

A propósito o como efecto colateral, desde mayo hasta ahora la devaluación del peso superó el 100 %, generando un ajuste indirecto en las finanzas del estado nacional y transfiriendo recursos de manera masiva de los trabajadores asalariados y jubilados hacia la exportadores y el estado, vía retenciones, repuestas recientemente. Si alguien pensaba que la masa salarial pesaba más de lo debido en la economía global, puede darse por satisfecho con la inflación y la devaluación actuando como reductores del poder del salario.

Este segundo llamado al FMI va acompañado de la decisión de Macri de profundizar el modelo de ajuste cueste lo que cueste y caiga quien caiga. La crisis ya se comió tres presidentes del BCRA. Según Ambito Financiero, en 2018 se han fugado veinte mil millones de dólares del sistema financiero local, y cincuenta y dos mil millones en toda la gestión Macri. Es un proceso que no se detiene y que no puede dejar de ser comparado con el que se vivió en el segundo semestre del 2001.

La receta del gobierno para combatir la inflación es secar la plaza de pesos para que no se compren dólares, lo que derivará en una acelerada recesión, con las previsibles consecuencias sociales y políticas. Con tasas de interés arriba del 75%, en el horizonte de la economía argentina se ven una mayor contracción del consumo, quiebras de empresas, desocupación en alza y una creciente conflictividad social.

El gobierno eligió la vía de contraer la demanda como remedio para derrotar a la inflación, aunque no se registra ningún antecedente exitoso en la historia argentina que avale ese modelo. Más vale, todo lo contrario. La pérdida de poder adquisitivo es causa y efecto a la vez de mayor inflación consumando un círculo vicioso del que los argentinos tenemos memoria de haber vivido anteriormente.

Sostiene su accionar en la convicción de que es necesario bajar el déficit fiscal vía reducción del gasto público. Ahora, ¿cuáles gastos pueden evitarse? ¿cuáles de ellos son relevantes? Los dos rubros más importantes son el sistema jubilatorio y el pago de intereses de la deuda pública. 

El nuevo acuerdo con el FMI intenta aislar a la Argentina, para que los efectos de su crisis no se propaguen en la región y en el mundo. Pero poco puede hacer para la reactivación de la economía real, no siendo éste su objetivo -ni del Fondo, ni del gobierno argentino- que solo intenta que las variables económicas no se descontrolen de acá hasta las elecciones. Macri apuesta a hacer un duro ajuste en lo que queda del 2018, para después soltar un poco la cuerda en el año electoral, poniéndole plata en el bolsillo a la gente, como hizo semanas antes de octubre de 2017.

La situación descripta más el efecto de los tarifazos, la represión de los reclamos callejeros y la creciente falta de credibilidad del gobierno debilitan la imagen del Presidente, quien pese a su anuncio reeleccionista, es probable que vea negada esa posibilidad.

Como van sucediéndose los hechos, la agenda electoral va a estar marcada por la cuestión económico- social, lo que resultará adverso para el gobierno. En este punto, será protagonista un actor politico que hasta ahora sólo lo fue de reparto: las organizaciones sociales. Con gran capacidad de contención, los dirigentes de las mismas aparecerán como alternativas a la clase dirigente tradicional, nuevamente desprestigiada frente a la sociedad. La persona común, que no interviene en política, difícilmente distinga entre los proyectos del kirchnerismo y del macrismo. Frente a una nueva desilusión, el voto bronca o la opción por nuevos dirigentes crecerán frente a la oferta ya conocida.

En ese universo que contiene a más de cuatro millones de trabajadores, se distingue la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP), un agrupamiento de más de trescientas cooperativas y asociaciones civiles a lo largo de todo el país, incluyendo a artesanos, cartoneros, campesinos, trabajadores informales, y también a sectores ignorados por el sistema, tales como indígenas e inmigrantes senegaleses.

Lo novedoso de la CTEP es que no es una organización de planeros, sino de personas sin cobertura del estado ni de los sindicatos. Tampoco está subordinada a ninguna jefatura partidaria, lo que le da libertad para actuar, pero la limita políticamente.

Su miembro más conocido no es su máxima autoridad: Juan Grabois es el referente que más puede verse en los medios, pero es sólo el Secretario de Formación de la entidad. Es más, circuló la versión que el consejo directivo de la misma le habría planteado al hijo de Pajarito que se tome una licencia, luego de haber acompañado a los tribunales de Comodoro Py a la ex Presidenta Cristina Fernández Kirchner.

Se prevé que con esta política económica, las organizaciones sociales crecerán en número de afiliados, ofreciéndoles a sus dirigentes una vastísima red de referentes, militantes y locales que pueden ser utilizados para las elecciones.

Perfiles como el de Grabois serán quizás la contracara más fuerte al ajuste, la recesión y la pobreza crecientes. Tienen la ventaja de carecer de pasado político, con lo que están libres de ser citados a declarar a Comodoro Py, y de ser asimilados a Cristina Fernández Kirchner o Hugo Moyano. 

 No obstante, es necesario aclarar que este proceso se dará principalmente en el Area Metropolitana Buenos Aires (Capital más conurbano bonaerense) y los grandes centros urbanos. En el campo y las ciudades medianas asociadas al ritmo rural de la Pampa Húmeda, la devaluación generará un mayor grado de prosperidad, dada la directa relación con las exportaciones de productos primarios.

El otro gran tema de la agenda electoral será las cuestiones de género. La rebelión feminista dista de ser una moda pasajera. Es el albor de un proceso profundo de reformas sociales, que avanza masivamente a través de todo el arco social, de manera quizás inorgánica, pero creciendo como una marea. Esta situación se verá alimentada tras el rechazo del Senado a la legalización del aborto. Las referentes feministas insisitirán en 2019, y será un tema crucial en medio de la campaña.

El tema tiene el poder de dividir aguas dentro del oficialismo y de la oposición, aunque pudo detectarse que la aprobación del aborto legal y gratuito reunía una mayoría favorable en esta última, y era minoría dentro de las filas gubernamentales.

También esta situación deriva en que difícilmente una fórmula presidencial sea competitiva, si no incluye, al menos, una mujer. Y con ello, la necesidad de incorporar al discurso de campaña, proyectos concretos que tiendan hacia la igualdad entre los géneros.

Para la alianza gobernante, el panorama electoral incluirá la determinación de quién será el candidato a presidente. El mismo Macri y su ministro Nicolás Dujovne han anunciado que habrá muchos sacrificios y no se podrán verificar buenas noticias durante mucho tiempo. Más allá de que el gobierno quizás relativice el ajuste entrado el próximo año, la imagen de Macri llegará maltrecha al proceso electoral, y quizás la postulante deba ser María Eugenia Vidal, acompañada quizás por Marcos Peña, el preferido de Macri, pero sin el volumen politico que sí tiene la gobernadora.

Ello origina otro problema, que es encontrarle sucesor a la jefa de estado bonaerense. Quizás el mismo Peña o algún intendente sea promovido (Gustavo Posse, Jorge Macri y no hay más…)

Cambiemos tiene la ventaja de ser hoy una corriente mucho más orgánica que el peronismo. Tiene un liderazgo claro de Macri, un estado mayor muy chico (Peña, Vidal y Horacio Rodríguez Larreta), un manojo de ideas compartido por todos sus integrantes y miles de cuadros militantes por todo el país, rentados muchos de ellos por el estado nacional, algunas provincias y muchos municipios. Además, han dado muestra de manejar mejor que nadie las nuevas herramientas tecnológicas de comunicación política, tanto para obtener datos de los electores como para transmitirles sus mensajes.

De todos modos, para continuar en el poder, Cambiemos debería transformar de raíz su política económica, orientándola al fomento de la producción y el empleo, la expansión del mercado interno, la reprogramación de la deuda pública, un mayor control cambiario, suba de aranceles para la importación, etc. Casi, es pedirle a Cambiemos que abandone su esencia y razón de ser.

Aún en medio de la crisis, Cambiemos conserva un piso electoral de entre el 25 y el 30%. Falta verificar cuánto perderá de la franja de independientes, cercana al 45%, que no tiene posición política definida, y en 2015 acompañó mayoritariamente a Macri. Allí hay desencantados e indignados con el gobierno, pero no necesariamente van a apoyar a otro espacio politico.

Resulta llamativa la reciente declaración de Elisa Carrió, manifestando que ya no confía en el Presidente. Pareciera ser un acto preparatorio de su ruptura con Cambiemos, motivada más en el posible colapso económico social que en las razones expuestas de su decepción vinculadas a la lucha contra la corrupción. Con esta postura, recupera credibilidad, tras el despido de los funcionarios de la AFIP que le respondían.

En el otro rincón del ring está el kirchnerismo, o más precisamente, un conjunto de expresiones políticas con sello nacional y popular, que incluye al Partido Justicialista y aliados, sindicalistas y organizaciones sociales, cuya figura eminente es Cristina Fernández Kirchner.

La ex Presidenta creció en las encuestas desde mayo hasta ahora, con una imagen positiva cercana al 40%, según quién la mida. Sin conceder reportajes ni hablar en público. Pero permaneciendo en una constante centralidad por las causas penales tramitadas en su contra por corrupción.

La causa de los cuadernos, que la compromete en términos procesales, no la afectó en los sondeos. Pero la ubica en la puerta del desafuero y una posible detención. Se prevé que los juicios orales de esta causa se llevarán a cabo en la segunda mitad del próximo año, en plena campaña electoral. Previamente, en la primera mitad, podría materializarse el juicio oral por las causas de Los Sauces y la obra pública de Santa Cruz, más las del dólar futuro y la firma del memorándum con Irán, aún sin fecha. Por todo ello, Cristina gastará más energías en defenderse en Tribunales que en hablarle a las multitudes.

Ello alimenta a sectores gubernamentales para frenar el desafuero y dejarla en el banquillo de los acusados, a la vez de tenerla como principal oponente. Estiman que su hipotética detención perjudicará las chances de Cambiemos, ya que Cristina es su enemiga elegida.

La cuestión del desafuero de Cristina divide aguas en el peronismo. Si bien Miguel Pichetto fijó una posición similar a la sostenida con Carlos Menem –no hacer lugar al desafuero hasta que haya sentencia firme- algunos referentes del peronismo federal (Sergio Massa, Juan Urtubey) dejan la puerta abierta para dicha medida.

También hay que tener en cuenta las probables nulidades que puedan darse en algunas causas, dadas las desprolijidades cometidas por jueces y fiscales. Más allá del contenido de las mismas, y de las probanzas obtenidas, los procesos no son intachables, y pueden ser desechados en instancias superiores. 

Además del origen político del juez Claudio Bonadio –Guardia de Hierro- y de las facturas pendientes que éste tiene con el kirchnerismo, el sector político que más se beneficiaría con la detención de la ex Presidenta es precisamente el peronismo federal.

Difícilmente el kirchnerismo encuentre un candidato que contenga todos sus votos con Cristina fuera de la cancha. Parte de las expectativas del PJ Federal está en captar algunos votos que dejaría vacantes la jefa cautiva.

También juntan esperanzas en ser depositarios de los desencantados con Cambiemos, principalmente de la clase media.

El problema para el peronismo alternativo es que ninguno de sus referentes logra una medición relevante frente a los números consolidados que ostentan –pese a todo- Mauricio Macri o María Eugenia Vidal y Cristina Fernández Kirchner. Y a medida que avance el calendario electoral, la opción se polarizará entre los dos términos de la contienda, ambos referenciados claramente como continuidad y ruptura. Los grises quedarán absorbidos, tal como ocurre en las elecciones brasileñas, en donde el centro ha desaparecido.  

Por ello, es que se le abrió la puerta a Marcelo Tinelli como candidato de este espacio –tal como anticipamos en Terceros afuera - pese a que el conductor televisivo tiene niveles de imagen negativa tan altos como cualquier político tradicional. Si Tinelli realmente quiere ser Presidente, necesita salir ya mismo a hacer campaña en su rol de postulante. Una candidatura nacional no se construye en semanas.

La oposición peronista requiere encontrar mecanismos de unidad para ganar el año que viene. Su fragmentación permite al gobierno soñar con una victoria en primera vuelta, a pesar del escenario económico social desfavorable. También debe dejar de reivindicar el pasado -lo que traba a su vez cualquier mecanismo de unidad- y construir un proyecto a futuro, partiendo de la base que brinda este presente.
La clave para saber quién será el triunfador en 2019, residirá en conocer el grado de deterioro económico social que generará la gestión gubernamental, en especial en la clase media –con todos sus matices- donde reside principalmente el sector menos comprometido políticamente de la sociedad. Ese sector, que representa un 45%, será el destinatario del mensaje de campaña de todos los espacios políticos. Quien logre empatizar emocionalmente con él, verá aumentadas sus chances de victoria.

Como siempre, para prever lo que va a suceder, deberemos prestar más atención a los procesos –la película- que a los escenarios actuales (la foto).


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